El jaguar (Pantera onca), el mayor felino silvestre del continente americano y tercero en tamaño en el mundo, es una de las especies más emblemáticas y carismáticas de los bosques tropicales. La presencia de jaguares es también un indicador de la salud ambiental de los ecosistemas, y una señal del estado de la biodiversidad panameña.
Sin embargo, la población de jaguares continúa disminuyendo rápidamente con riesgo de desaparecer debido a la disminución de la cobertura boscosa y sus presas naturales, la expansión de la frontera ganadera, la cacería furtiva y el comercio ilícito.
Los jaguares han perdido el 40% de su hábitat en Panamá y están cada vez más aislados, vulnerables y expuestos a un mayor contacto directo y problemático con los humanos porque compiten por el mismo espacio y recursos naturales, principalmente cerca o dentro de áreas protegidas.
La disminución de las presas naturales del jaguar ha llevado a la depredación de presas alternativas y más accesibles como el ganado y otros animales domésticos. La falta de manejo y cuido en fincas las deja vulnerable a los ataques del jaguar, particularmente a terneros y el ganado que pasta en el borde de los bosques. Esto resulta muchas veces en conflictos entre ganaderos y jaguares, y en muchos casos la muerte del jaguar.
“Proteger al jaguar ayuda a conservar los ricos ecosistemas donde habitan, las especies que viven con él y las fuentes de agua que necesitamos para nuestro consumo y para las “actividades productivas”.Ricardo Moreno, presidente de la Fundación Yaguará Panamá, investigador asociado del Instituto de Investigaciones Tropicales (STRI) y Explorador Emergente de National Geographic.
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